miércoles, 13 de abril de 2011
Olor a flores, un bullicio insoportable. Llantos.
Es un pequeño cuarto en la calle Rodríguez Peña al 3000.
Casi sin poder respirar se mueven a paso corto hacia el cajón. El tiempo es enorme. Es ese tiempo interminable, propio de las catástrofes. Su ceño rígido. Su pelo, como nunca, despeinado. Sus pómulos fríos y consumados.Una encima de la otra, descansan sus manos. Sus labios mudos , su cuello, sus pies, todo. Todo su cuerpo en armonía.
A pesar de tener los mismos rasgos, los mismos huesos, la misma carne, ya no es él mismo.
Parece notarse que su cuerpo se ha separado de su alma. Su rostro, aunque vacío de todo, refleja paz.
Parecería que la muerte no sólo es soportable sino a veces también, reconfortante.
Es un pequeño cuarto en la calle Rodríguez Peña al 3000.
Casi sin poder respirar se mueven a paso corto hacia el cajón. El tiempo es enorme. Es ese tiempo interminable, propio de las catástrofes. Su ceño rígido. Su pelo, como nunca, despeinado. Sus pómulos fríos y consumados.Una encima de la otra, descansan sus manos. Sus labios mudos , su cuello, sus pies, todo. Todo su cuerpo en armonía.
A pesar de tener los mismos rasgos, los mismos huesos, la misma carne, ya no es él mismo.
Parece notarse que su cuerpo se ha separado de su alma. Su rostro, aunque vacío de todo, refleja paz.
Parecería que la muerte no sólo es soportable sino a veces también, reconfortante.
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